Seguimos con la crónica de un Concertazo anunciado: Alegría Rampante en el Centro de Bellas Artes de Santurce en Puerto Rico (Part Deux).
INTERMEDIO
Baja el telón y la banda arranca hacia sus camerinos para preparar los vestuarios del próximo acto. ¿Creías que se iban a echar fresco en las pelotas? Tomé un tiempo para pararme en medio del escenario y contemplar lo ocurrido. Andrés Torres (guitarrista de Andamiaje) sirvió como técnico para Christian esa noche y nos quedamos un ratito obsesionando sobre esos tonos sublimes de ambient/shoegaze que consigue y el sonido inmaculado de la banda.
Me di una vuelta rápida por los camerinos para saludar y felicitar. Camisas y pelucas volaban por arriba y por abajo. Eduardo y yo lamentábamos la falta de teatros en Puerto Rico con asientos removibles en la parte de arena. Hablábamos sobre la ensalada pop disco funk new wave ochentosa del disco y cómo muchos se quedarían confinados en sus silla sin poder bailar. Mencionó que esa fue una de las pocas críticas de la presentación del 2016 en el Teatro Tapia, donde estrenaron muchísimas canciones de Poblado.
Eduardo reconoce que hubiese sido cool que el público pudiese bailar, pero que pronto venían canciones más lentas a piano. A todas estas, no sabemos qué nos espera para el resto del show y, desde ese momento, ni lo debimos haber intentado. Localicé a Dimas en la barra donde la marejada de gente no podía identificar dónde comenzaba la fila. Nos hidratamos, charlamos con un par de personas y llegamos al acuerdo de que los mejores discos y conciertos boricuas están por venir. A medio trago escuchamos conmoción adentro, apresuramos el paso y entramos a recibir el segundo acto.
ACTO II (JOROBA DE PELO)
Es muy difícil no comprender el entusiasmo que tiene Eduardo Alegría por material nuevo. Cualquier artista satisfecho con limitarse a tocar los hits y rondar por el camino de lo predecible, debería reconsiderar el adjudicarse ese título. Fanáticos dedicados de Alegría Rampante ya tenían un gran porcentaje de las canciones de Poblado flotando en sus subconscientes desde 2016. Por ende, Eduardo encontraba que ya era hora de soltar un bache de temas acabados de hornear para de ahí joderle la vida para que las grabe lo antes posible. Entra en escena Joroba de Pelo, junto con un logo gigante que deletrea el nombre de la banda en la forma de un camello.
He aquí el momento donde Bowie se transforma en Ziggy. Donde Superman se quita sus espejuelos. Joroba de Pelo se ha responsabilizado por devolverle cierta chispa y cierto ánimo al grupo. Eduardo lo describe como cuando parejas se disfrazan e interpretan personajes para avivar sus relaciones sexuales. Es también una reafirmación de todos los tropos rockeros que siempre han sido parte de la música de Eduardo, pero jamás con tanta convicción y sin reparo alguno. Esta es la realización absoluta de ese Pee Wee’s Playhouse Rampante, donde la energía, emotividad y el sentido del humor de la banda andan desenfrenados por la tarima. Joroba de Pelo se presentan con vestimenta negra, delantales, lazos de colores chillones y exageradas pelucas canosas.
El primer tema que interpretan se titula “Yo Sirvo”...verdad porque…ESTÁN VESTIDOS DE MOZOS. Eduardo, junto a Génesis y Marili en los coros, inmediatamente se vuelven el centro de atención. Su coreografía es espectacular, bailando y girando con bandejas llenas vasos sujetados permanentemente por la magia del teatro. En el “breakdown” de la canción (algunos argumentarían que es más un “lift up”), Eduardo se queda repitiendo una y otra vez que él sirve mientras que las coristas lo agarran por los brazos de manera consoladora. ¡YO SIRVO PUÑETA! Se escucha ese grito y el escenario vuelve a estallar como pólvora en un cañón. Sirve como ser humano, como ser extravagantemente único y rockero…no solo como mozo. Inmediatamente, en solo ese primer corte, se ve clara la genialidad que brota junto a la charrería.
No estuve preparado para la inundación de emociones y texturas inconscientemente nostálgicas que Joroba de Pelo evoca con su música. Son esos tipos de canciones que uno escucha mirando por la ventana del carro imaginádose que está en una película. Pero cuando presencias esas mismas notas a meros pies de distancia con un sistema de sonido estelar y tanto adorno glamuroso, puede ser algo bien conmovedor y poderoso. “Se Llamaba Raquel” es el mejor ejemplo que puedo dar de esto y, en mi humilde opinión, uno de los momentos claves del Concertazo. La canción tiene en su ritmo un toque sutil de doo wop de los 50s, creando mucho espacio para acordes estirados y las cascadas de voces bellas. Eduardo, Christian, William, Génesis y Marili le dieron un aura angelical al tema con sus armonías.
De repente, Eduardo capta la atención de la banda y los deja estupefactos cuando les muestra una reliquia de la época jurásica. Saca un casete de un reproductor y el grupo da un paso aterrorizado hacia atrás como si estuviesen siendo expuestos a material radioactivo. Una de las ventajas de haberme colado al backstage, logré captar el momento cuando (en medio de esa conmoción) Christian se tropieza, cae al piso y disimuladamente enciende una secuencia en su Roland 808.
La secuencia da comienzo a un tema llamado “Mi Mente” (con música de Christian y letra de Ita Venegas Pérez) y remite a muchos de esos ritmos mecánicamente sensuales de Sade. Después llego a enterarme que Christian no se cayó a propósito y no empezó la secuencia en el momento indicado, pero Eduardo le sacudió la peluca cariñosamente y siento que simbolizó que Christian permanecerá en Alegría Rampante por un buen rato. Fue algo verdaderamente genial y no lo hubiese presenciado habiendo permanecido tendido como paloma en la fila trasera del segundo piso del Centro de Bellas Artes de Santurce.
Al culminar la canción, se escucha un grito del extremo izquierdo de la tarima y todos giran su atención a una fanática desquiciada con un cartel profesando su amor por Joroba de Pelo. La fanática comienza a correr hacia la banda y del otro extremo de la tarima sale un guardia de seguridad (José Ciénaga) que la atrapa para proteger a los músicos. Todo este suceso transcurrió en cámara lenta exagerada y el teatro entero irrumpe en risa. De ahí se da uno de los primeros duetos entre Eduardo y el público cuando interpreta “Pedazo de Luna” de la icónica Sylvia Rexach… porque, de veras, en Puerto Rico brilla la luna mejor.
Para cerrar el set de Joroba de Pelo, la banda sale del escenario y permanece Eduardo de nuevo junto a Bayoán Ríos en la guitarra acústica. De aquí surge sin duda otro de los momentos cumbres del Concertazo y el favorito personal de Eduardo. Ambos interpretan un tema titulado “Ejnua” (“Desnuda” para los que no hablen puertorriqueño formal). Es una canción con una emotividad desgarradora llena de paradojas fascinantes. Eduardo le canta directo al público, pero da la impresión que canta solo en su cuarto frente a un espejo, imaginándose a ese público.
Tirando falsetes tipo Elton John en “Rocket Man”, Eduardo simultáneamente muestra su lado coqueto y juguetón junto a su lado tierno y vulnerable. Se sentía como algo demasiado íntimo para presenciar en un teatro. A todas estas, como un tributo bastante obvio a Stop Making Sense de Talking Heads, ujieres desmontan la escenografía de Joroba de Pelo mientras que Eduardo se deshace de su peluca, delantal, camisa y todo otro artificio teatral. BYE BYE BYE…YO IBA EJNUA…TODA PELUA…
ACTO III (ALEGRÍA RAMPANTE)
Continúo en este escrito haciendo referencia a las cualidades atemporales de tanto Alegria Rampante como del Concertazo en si. Ya que el primer acto se enfocó en el presente del disco de Poblado y el segundo acto nos adelantó el tan revelador futuro con Joroba de Pelo, haría sentido que el acto final complaciera a la fanaticada más intensa de Eduardo con un paseo por el pasado. Pese a que dialogué mucho con Eduardo sobre cómo su visión siempre ha ido más allá del “plug and play” típico de una banda tocando en un antro con mahones y t-shirts puestos, el final del Concertazo fue precisamente eso. El grupo completo regresó en su vestimenta civil para cerrar su fiestón tocando mayormente reversiones de temas de Se Nos Fue La Mano y uno que otro corte que sobró de Poblado.
Eduardo regresa al piano para comenzar el acto final con “Este Cuarto Crece”, el primerísimo sencillo que fue lanzado de Poblado en 2019. Es un tema donde, junto al cuarto, la voz de Eduardo crece en potencia y proyección junto a fraseos melódicos de guitarra que remiten un poco a Johnny Marr de The Smiths. Apropiadamente, durante la canción regresan todos los colaboradores del primer acto a la tarima para despedirse y agradecer a la audiencia.
Fue la primera vez donde asumí erróneamente que el Concertazo llegaba a su conclusión triunfante. Era muy temprano para que cesaran las sorpresas. Eduardo bromea con que necesita un “drone” que cargue su micrófono porque lo dejó junto al piano. Ahí vuelve a introducir a Jorge “Bebo” Rivera como “el que sabe tocar piano de verdad” y le agradece su participación a través de todo el Concertazo. Como próximo tema tocan “Capitana”, una balada atmosférica y galáctica que formó parte de la película boricua Extra Terrestres en 2017.
Justo después, la banda alcanza otra cima en el transcurso del Concertazo. “Alucinando Al Máximo” rompe a sonar con una energía incalculable. Se pudiese argumentar que es la canción más conocida y popular de Se Nos Fue La Mano y Alegría Rampante en general. Tiene una vibra e influencia muy marcada de Aretha Franklin y el soul/gospel de antaño. Por consecuencia, la congregación fue conmovida por el espíritu y todos se pusieron de pie a bailar, gozar y alabar. Cualquier otro artista se hubiese conformado con cerrar el show en una cima como esa: todo el público de pie, desquitándose de todo el rato que llevaban sentados y conteniendo las ganas desenfrenadas de bailar y entregarse a la electricidad de esa banda.
Esta fue la segunda y última vez que pensé que había culminado el Concertazo. Sin perder un solo compás ni permitir que el público recobrara el aliento, la banda entra en “Como En La Radio”. Sin duda una de sus rolas más rompe discotecas, fue lanzada como un sencillo suelto el año pasado. A mitad de canción hubo una apariencia de Edrimael Delgado (La Bori Vouge) para adornar la tarima con los mismos pasos estrambóticos que hizo para el videoclip que acompañó el sencillo. Eduardo toma su tiempo en agradecer todas sus influencias de la escena teatral que se encontraban en la audiencia. Se nota conmovido y maravillado ante la cálida acogida que ha tenido su Pee Wee's Playhouse Rampante.
A continuación, se interpretaron tres de los temas clásicos de Se Nos Fue La Mano: “Hoy Marte”, “La Iguana En La Ventana” y “Un Cuarto Más Pequeño”. Las canciones se tocaron a dúo con Bebo en el piano y Eduardo cantando. En muchas instancias, Bebo le aplicaba al arreglo unas rearmonizaciones drásticas, dramáticas y contundentes que contrastaban de manera bien chévere con la delicadeza en la voz de Eduardo. Durante “Un Cuarto Más Pequeño”, Eduardo no resistió la tentación de apuntar el micrófono hacia la audiencia (bien a la Bon Jovi) donde provocó el canto grupal más duro y elevador de la noche.
El resto del grupo reaparece y después de lo que pareció una eternidad de éxtasis, concluyen el Concertazo con el épico y sustancioso “El Recipiente”. Si en el teatro es buena suerte “to break a leg”, Alegría Rampante quedaron absolutamente parapléjicos. Solo faltaba que el público los ametrallara con flores como ese otro cliché clásico del teatro. No puedo pensar en alguien que se lo merezca más…
LA VIDA DESPUÉS DEL CONCERTAZO
“Acho, después de ese show, esta noche se vale to”, así me contaba alguien del público con quien charlaba frente del teatro mientras compartía un cigarrillo con Dimas. Estaba 100% de acuerdo. Era algo que había en el aire y todos estábamos contagiados. Ese sentimiento tanto familiar de ver una tremenda banda boricua y janguear con los de siempre, pero lo totalmente impredecible y sorprendente del espectáculo acontecido. Sabía que ese sentir no se iba a limitar a los confines del Centro de Bellas Artes. Ya era ese punto de la noche donde uno se pone “puesto para el problema”, como nos encanta decir en Borikén.
Como era de esperarse, poquito a poco todos fuimos haciendo un peregrinaje hacia El Local, uno de nuestros antros preferidos que está a distancia caminable. Volví a encontrarme con Christian para contarle lo estupendo que estuvo todo y lo orgulloso que estaba de él. Vi a Eduardo en la barra y nos saludamos, pero era de esperarse que esa no era la hora ni el espacio para concluir nuestra entrevista. Esa noche, El Local estaba presentando un “open mic” de raperos urbanos y yo proseguí a reseñar el perreo y el dembow por el resto de la madrugada. Pudieses argumentar que se me fue la mano…
Hablando con Eduardo unos días tras concluir el espectáculo de Bellas Artes, su cansancio aún era palpable. No solo el cansancio de servir un trifongo de música, danza y teatro durante tres sets en tan magno escenario boricua. Es también la ardua y trabajosa confección de esta presentación la cual comenzó su pre-producción en enero. Me comentaba que el Concertazo y el éxito logrado por “ese ejército de gente loca que ha decidido seguirme” aun no lo registraba en su realidad. Por meses se dieron numerosos ensayos de banda, voces, bailes, vestuarios y escenografía, todo conjunto a la salud delicada del papá de Eduardo que lamentablemente falleció un mes antes del Concertazo. Todo el proceso y su realización, una catarsis absoluta para Eduardo.
“El sábado (día después del Concertazo) recuerdo que me levanté y comencé a llorar. Todo fue físico, no recuerdo sentir nada. Solo abrí los ojos y fui: ¡AHHHHHHHHH! Lloré por horas, pero era una cosa física. Como que tuve que mantenerme compuesto ante tanta situación loca. Hacer este tipo de evento es bien drenante, especialmente en Puerto Rico donde hay tantas cosas en tu contra. Que si esto no se puede construir ahí, que si esto no es gratis, es un mierdero constante. En enero se comenzó a ensayar con la banda. Ya para febrero/marzo se integraron las coristas. En algún momento la producción se vuelve demasiado fuerte. Pelé Sanchez y Marién Vélez se involucraron más de lo que había esperado para protegerme a mí. Me dieron tanto más de lo que yo esperaba.”
“Yo no puedo hacer ese trabajo. Estamos hablando de algo bien complicado: un artista que quiere hacer teatro en formato de banda de rock. Hay un ensayo técnico, hay un ensayo de vestuario, haciendo logísticas de espacio y luces y estás casi toda la semana antes del show metido en el teatro alquilando sus recursos y equipo. Yo estoy aquí llorando de estar cansado. Boo hoo, boo hoo. El verdadero tostón y todo ese jaleo se lo echó Pelé Sanchez y Marién Vélez. Se aprendieron el libreto y me ayudaron a ejecutarlo. Se apareció un ejército que se motivó y lo lograron. Lo que tu viste ahí esa noche fue magia. Verdaderamente magia porque no logramos tener esos ensayos técnicos.”
Platicamos aún más sobre cómo, en un Puerto Rico ideal, estuviesen estos recursos disponibles para todo artista independiente. Que tanto veteranos sazonados como Eduardo y personas talentosísimas que no han sacado su arte de su cuarto, puedan aspirar a que se manifiesten sus ambiciones artísticas en su totalidad. Que los medios publicitarios logren captar a los enajenados de esta fascinante escena musical y los motive a participar… no solo como consumidores, sino también como colaboradores.
Que instituciones burocráticas y/o gubernamentales no continúen haciéndole la vida de cuadritos al que ha logrado canalizar y convertir en algo bello las realidades de esta depresión tropical.
Quizás suene un poco idealista, pero es una responsabilidad que deberían asumir todos. Pues, ¿qué es un país sin su cultura? ¿Sin sus canciones? ¿Qué sería de nosotros sin un poquito de alegría?
FIN DE PARTE II
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